X ANIVERSARIO

CUADRILLA DE COSTALEROS

 

     Como pasa el tiempo…ya son diez años contemplando como entran las primeras luces del alba por tus respiraderos y te cambia la mirada al enfilar la calle Priego, diez años sintiendo el apoyo y la unión de la hermandad que también se vive bajo tu trono cuando las fuerzas escasean, diez años teniendo la suerte y el privilegio de poder llevarte bajo nuestros hombros en la madrugá más bella de las madrugás del año, diez años dándote gracias por la buena salud que nos permitirá estar contigo otro año más, diez años han pasado ya, Señor de la Humildad.

 

     Todo comenzaba antes de este décimo aniversario, la ilusión de un grupo de hermanos de la cofradía cada vez tenía más fuerza y cabida dentro de la hermandad que, por su hora de salida y algún que otro temor afín a la misma, se había estado fraguando hasta que por fin se hizo realidad el día veintiuno de marzo del año dos mil, ocupando el cargo de hermano mayor Francisco González Valdivia, que en paz descansa. Hermano Mayor y Junta de Gobierno a los cuales, todos los costaleros que han formado y que actualmente componen la cuadrilla, debemos un emotivo agradecimiento por la confianza puesta en cada uno de nosotros y que también queremos hacer llegar desde estas humildes palabras. Junto a él, los ojos que guiarían y mandarían cuadrarlo todo, Manolo Moreno Martín, nuestro primer capataz, un hombre joven con una valentía increíble en ese momento, una persona que supo sobrellevar perfectamente la gran responsabilidad de portar a nuestro titular con hermanos costaleros y, lo más importante, convencido de que con humildad y devoción todo iba a salir como nuestro Cristo se merecía.

 

     La primera cuadrilla estaba formada por dieciocho costaleros, la mayoría jóvenes hermanos de la Cofradía y algún que otro familiar o amigo de los mismos, no menos comprometidos por ello que el resto. Comenzarían los primeros ensayos en la cuaresma de ese año, todo ello con un trabajo y una dedicación añadida para el aprendizaje, ya que la gran mayoría iba a sentir por primera vez el apasionante sonido que desprenden las notas musicales de “La Madrugá”, el rachear elegante en granaera, el cargar y fajarnos debidamente, y un sin fin de detalles que rodeaban a este hecho tan importante para cada uno de nosotros. Siendo, por otro lado, conscientes de los nervios que te hace sentir la responsabilidad de ser, por primera vez, costalero de nuestro Señor Jesucristo y también el ser conocedores de que aquel Viernes Santo iba a suponer una demostración de compromiso y entrega de la escasa juventud que reinaba en ese momento dentro de la Cofradía, desapareciendo toda clase de temores y renovando el espíritu de la misma. Este cambio se produjo hace ya diez años, quien lo iba a imaginar…

 

     Algunas cosas han cambiado con el paso de los años a partir de este hecho en el seno de la hermandad y de la propia cuadrilla, tales como la incorporación de juventud a las diferentes juntas de gobierno venideras, aumento del número de hermanos, convivencias de costaleros, colaboración y participación en diversas actividades caritativas y otras para sufragar gastos, etc. Pero hay una de ellas que engloba a todas y resume el transcurrir de estos últimos años, “HERMANDAD”. Esa palabra que tanto se oye en el mundo de la Semana Santa y que, desgraciadamente, muchas veces se ve nublada por la envidia o el egoísmo absurdo que aparece en nuestras Cofradías. Gracias a Él y al granito de arena que aportan los hermanos, cada día reina más en nuestra hermandad el espíritu que debe predominar como tal, intentando caminar por el buen sendero junto a los valores de la advocación de nuestro Sagrado Titular.

 

     Casualmente, coincide con estos diez años como si fuese un regalo por ello, el estreno, Dios mediante, de un nuevo paso para nuestro titular. Proyecto ambicioso donde los haya, en el cual está inmersa la actual Junta de Gobierno y junto a ella, todos los hermanos de la cofradía que se están volcando de una manera especial por el mismo.

 

     Este año será muy emotivo cuando suene por primera vez el llamador, los Ángeles que se apoyan en él, se elevarán al cielo al son de nuestro capataz Julio Venzalá y éstos volverán del cielo hasta Santo Domingo con el alma de los hermanos que algún día nos dejaron y que quieren acompañarnos durante la estación de penitencia. Volverán para transmitirnos las fuerzas de aquellos costaleros que por problemas de salud no pueden estar con nosotros. Volverán para escuchar los acordes de los motetes y de la saeta cantá, recordándonos que tenemos que vivir junto a Él día a día, porque el perdón y la humildad que demostró en aquellas plazas de Judea, quiere que nosotros la practiquemos entre nuestras familias, amigos o cualquier necesitado de ella.

 

     Una nueva etapa comienza, al recuerdo de las ruedas que portaban antiguamente a nuestro Cristo, se une ahora el trono y los hachones que durante estos años han querido ser su luz y su caminar. El dorado del paso que relucía con las primeras luces del día y los claveles rojos que engalanaban el calvario, darán paso a un nuevo contraste barroco con representaciones alegóricas, realzando aún más si cabe la espectacular talla de nuestro Titular y esa bella estampa de orden y elegancia que caracteriza a todo nuestro cortejo procesional.  

 

     Todo un reto para este magnífico grupo de personas, al cual me siento muy orgulloso de pertenecer y teniendo la plena confianza y seguridad de que, cuando el sufrimiento aparezca en cada uno de nosotros por el peso de su cruz, éste será más llevadero gracias al apoyo y la ayuda de todos y como no podía ser de otra manera, al de nuestros “Faroles de Guía”, que tendrán la comprometida labor de guiarnos en cada una de las chicotás que realicemos y que sin su valentía, su amistad y esa gran labor de unión que se ve reflejada cada Viernes Santo, pocas cosas tendrían sentido.

 

     Que nuestro Padre Jesús de Humildad y Paciencia nos guíe por el buen camino y nos de mucha salud para poder ser por muchos años más, sus pies en la Madrugá.

 

Fue la sal que se escapó de tus pupilas

o los golpes que encajaste por piedad.

Fue la mano apoyada en tu mejilla

esperando con paciencia y humildad.

Fue tu sangre, derramada por espinas

o tu cuerpo que entregaste por piedad.

Lo que el Viernes a las seis les da la vida

a tus hijos, costaleros de Humildad.

 

 

ALFREDO ROLDÁN GONZÁLEZ